En los días que separan para ir de compras y visitar el MoMA en Nueva York, nuestra presidenta y vicepresidenta acostumbran hacer una parada técnica en el Armani Ristorante, estratégicamente ubicado en la Quinta Avenida con la calle 56.
¿Por qué? No solo por la ubicación –de hecho, es un oasis en medio del bullicio de la Quinta Avenida–. El asunto tiene su ciencia: es un lugar muy fotogénico —después de todo, lleva la firma de Giorgio Armani—, pero es un restaurante italiano que sirve porciones pensadas para el almuerzo en la ciudad. ¿A qué nos referimos? A que, por lo general, los servicios en la gastronomía italiana son generosos —demasiado generosos— y llevan al letargo después del consumo —en otras palabras, se pone uno lento por la digestión—. Créannos: cuando se trata de unos deliciosos gnocchi pomodoro, unos tagliolini verdi con langostinos y hongos, o la espectacular canasta de panes —que van a terminar pidiendo tres y cuatro veces—, es mejor tener una ayudita con el tamaño de las porciones.
Primer consejo: prueben el tuna tartare, pues tiene un sazón fresco, sin aguacate ni salsa de soya ni ajonjolí. También prueben la ensalada estival, con alcachofa, apio, endivias y queso parmesano —seguramente van a terminar limpiando el plato—. También pidan de postre el fondant de chocolate amargo con gelato de gianduja y chocolate, y el espresso tras la comida –como buenos italianos, el café es muy bueno ahí–.
Segundo consejo: Pueden entrar por la tienda Armani directamente, o utilizar un ascensor en la calle 56. Si utilizan este ascensor, entonces no dejen de ir a ver la hermosa escalera en espiral que une la tienda con el restaurante.
Tercer consejo: Si les coge la hora paseando para agarrar la tanda de almuerzo, no se preocupen, pues el restaurante también cuenta con un menú de bar, con platos limitados.
Foto: Armani Restaurants
