Los 360 grados de Seattle

En un día en Seattle se juntan el agua dulce y el agua salada, el cielo y la grama, el salmón y el cangrejo, el café y las donas, una pared de chicles y otra de vidrio

Frente a las ofertas tan variadas de California, al sur de la costa oeste estadounidense, pocos se aventuran a explorar los puntos más norteños de la zona. Error: con eso se están perdiendo de la personalidad relajada de Seattle, de su naturaleza que convive en relativa paz con el hierro y el concreto de su imponente línea de rascacielos y de la herencia indígena que hoy es testigo de un boom tecnológico. En esa ciudad de contrastes vale la pena pasar por lo menos un día; así disfrutamos uno mi familia y yo, junto a unos amigos residentes en la ciudad, recorriendo sus cuatro puntos cardinales para así ver los 360 grados de Seattle.

POR: Ana Santelises de Latour

 

[9:30 A.M. – DONAS DE DESAYUNO]
Ya que estábamos en el Pacífico Noroeste, decidimos aprovechar  los frutos del bosque y del mar que en esta región parecen estar por todas partes: en el Dahlia Lounge, uno de los restaurantes del chef Tom Douglas, yo me desayuné con una tostada francesa con arándanos y frambuesa, y mi esposo probó unos huevos benedictinos con cangrejo Dungeness, una delicia de la zona. Mis hijos, al descubrir que de la Dahlia Bakery contigua venían unos deliciosos servicios de donas, decidieron convertirlas en su desayuno.

[11:00 A.M. – LA CUNA DE STARBUCKS]
El Pike Market Place es, por sí solo, un atractivo turístico: en este mercado de productores se ven los pescados volando del mostrador al papel por las mañanas, es posible presenciar cómo se fabrica requesón artesanalmente, y el letrero de hierro rojo que identifica su entrada es una oportunidad que muchos aprovechan para instagramear sobre su llegada a la ciudad — otro escenario idóneo para fotos es la pared de chicles cercana, que vuelve loco a cualquier niño, y hasta a adultos como yo–. Sin embargo, hay otro atractivo más: para quienes han seguido la historia de Starbucks y deliran con un frapuccino venti, en la calle Pike esquina Primera se encuentra la primera tienda de la sirena del café, abierta en 1971 y todavía en funcionamiento.

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[12:30 P.M. – REM KOOLHAAS IN THE HAAS]
Saliendo ya de lo tradicional, en el downtown de la ciudad se encuentra la Biblioteca Central de Seattle. Los niños van a apreciar el edificio por su sección infantil, con tandas de cuentos, y sus baños públicos –importante cuando se viaja con personas chiquitas que todavía no saben cronometrar sus visitas al baño–; los adultos, sin embargo, apreciamos la estructura de hierro y vidrio creada por el arquitecto holandés Rem Koolhaas. Pero no solo a nosotros nos gustó: este edificio de 11 pisos está considerado una de las mejores edificaciones del país, según el Instituto Americano de Arquitectos.

[1:30 P.M. – UNA VISTA QUE ABRE EL APETITO]
Condujimos hasta la West Highland Drive en el punto de la colina Queen Anne donde se encuentra el Parque Kerry, y desde allí pudimos apreciar el panorama completo de la ciudad, viendo cómo se confunden el agua dulce y la salada. Tanta vista linda nos abrió el apetito, así que nos dirigimos a un lugar recomendado por los locales: el Red Mill Totem House. En ese chinchorrito sirven fish and chips y unas hamburguesas deliciosas, con unos aderezos secretos que explican por qué el sitio tiene una clientela fija.

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Frente al restaurante pueden apreciarse en funcionamiento las Ballard Locks, las esclusas de un canal que permite el paso de los botes de lagos a mar, y viceversa, y un compartimento especial para unos residentes curiosos: los locales dicen que el salmón que ellos tanto consumen nace en agua dulce, va al mar a vivir y para morir regresa al lugar donde nació. En una época particular del año, los salmones transitan por ese «canalito» especial para ellos, hecho en forma de escalera, y quienes han estado ahí dicen que es un espectáculo impresionante. Eso queda en nuestra lista de cosas por ver.

[3:30 P.M. – GAS Y GRAMA]
Mi familia y yo vivimos en un apartamento. Por eso, cuando mis niños vieron toda la grama del Gas Works Park, decir que se volvieron locos es poco: ahí duraron una hora correteando y jugando con el platillo volador y la pelota que les llevamos. Los adultos, mientras tanto, vimos a los locales tirados disfrutando del sol alrededor de las ruinas de una procesadora de gas, y claro, los imitamos.

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[5:00 P.M. – LA AGUJA QUE LLEGA AL CIELO]
En este recorrido amplio por la ciudad teníamos un punto de referencia constante para darnos cuenta de la dirección en la que estábamos: la ubicación del Space Needle, una torre de observación de 184 metros de altura. Desde allá arriba pudimos ver, por nueva vez, las bellezas de la ciudad: mi esposo, quien trabaja con el sector naviero, estaba vuelto loco con los puertos y astilleros; yo, mientras tanto, estaba maravillada con Mount Rainier, un volcán de más de cuatro mil metros de altura con hielo permanente sobre su pico.

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[7:30 P.M. – SALMÓN Y CANGREJO]
Terminamos la noche temprano en Elliott’s Oyster House, un restaurante tradicional ubicado directamente sobre el puerto de Seattle –por su locación, Elliott’s es idóneo para quien visita la ciudad en crucero y anda con el tiempo cronometrado–. ¿Los platos que comimos? Fuimos buenos ejecutores del «donde fueres, haz lo que vieres»: allá disfrutamos del salmón que aquí parece crecer en las matas, de la ligera dulzura de la masa del cangrejo Dungeness y de un servicio de sopa de almejas, una de las especialidades de la casa.

 Fotos: Ana Santelises de Latour

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