Recuerdos de viaje en el arbolito

Sin darse cuenta, en su estancia de luna de miel Ana Santelises y su esposo comenzaron una tradición navideña que ha crecido con cada viaje

El arbolito en nuestra casa no es muy común que digamos: junto a los adornos tradicionales se encuentran hitos arquitectónicos en miniatura, ornamentos de origami y demás recuerdos provenientes de varios de nuestros viajes como familia. ¿Cómo comenzó esta tradición navideña? Les comparto mis adornos favoritos y las historias detrás de cada uno.

POR: Ana Santelises de Latour

 

[1] WHISTLER
Cuando mi esposo y yo nos casamos hace 10 años escogimos Vancouver y Whistler como destino para la luna de miel. Como la boda fue un 26 de noviembre, cuando llegamos a Canadá había mucha mercancía navideña en las tiendas de regalos. Sin mucha planificación, vimos un osito y una vaquita –no tengo idea de qué significa una vaquita en un arbolito, pero como les decía, nuestro arbolito no es normal– y los compramos. Aparte, estos adornos se convirtieron también en un recuerdo de nuestro viaje de bodas: aquí la ilusión no era necesariamente comenzar una colección con ellos, sino poder decorar juntos nuestro primer arbolito como casados.

[2] LAS VEGAS
En el equipo de Viajes Alkasa me relajan, porque después de mi primer viaje a Las Vegas me obsesioné con la ciudad: ¡Volvimos mucho! Ahí, en un viaje en 2006, compramos un adorno de arbolito en el hotel Bellagio, con la fecha inscrita detrás. Fue en ese momento cuando nos propusimos coleccionarlos para decorar el árbol.

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[3] SAN FRANCISCO
Durante nuestro primer viaje a San Francisco conseguimos unas bolitas con ornamentos de origami dentro en el Chinatown. Al verlas, recuerdo la experiencia de vivir la ciudad por primera vez en excelente compañía.

[4] ATLANTA
Mi esposo es loco con su Coca-Cola, y en un viaje a Atlanta no podía faltar una visita al museo de la bebida gaseosa. Ahí ya teníamos a nuestro hijo mayor, aunque todavía ni caminaba. De ahí guardo dos recuerdos: una «bolita aplastada» que dice Happy Holidays y que hoy está en nuestro arbolito, y el embarre de refresco que se hizo mi hijo al probar la Coca-Cola por primera vez —al sol de hoy, la ama tanto como su papá—.

[5] LOS ADORNOS DE LOS NIÑOS
Ya mis dos hijos conocen la tradición, así que, por ejemplo, en un pasado viaje a Disney, vinieron en la maleta unos adornos de un muñequito alienígena de Hollywood Studios y uno de Blanca Nieves; en un viaje reciente a Seattle no se quedó el ornamento del Space Needle.

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Por eso, la cantidad de adornos —y con ellos, la cantidad de recuerdos positivos de nuestros viajes juntos— ha ido aumentando a medida que ha crecido nuestra familia.

Fotos: Ana Santelises de Latour