En el Museo del Helado en Miami

Si van a estar antes del 29 de abril en Miami, saquen un par de horas para visitar este museo, donde todo, absolutamente todo es instagrameable

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POR: Ana Santelises de Latour

Yo, planificando un viaje familiar a Miami: Voy a poner muchas actividades culturales y de ocio para los niños, y voy a dejar para el último día una visita al Museo del Helado, porque quizás no les va a gustar tanto.
Mi hija de siete años: CUÁNDO VAMOS A VOLVER AL MUSEO DEL HELADO NECESITAMOS IR A MIAMI SOLO PARA VOLVER AL MUSEO DEL HELADO DEBIMOS IR AL MUSEO DEL HELADO TODOS LOS DÍAS POR QUÉ NO FUIMOS TODOS LOS DÍAS CUÁNDO VOLVEMOS VAMOS VAMOS

Ser madre, como muchas de ustedes sabrán, es una experiencia que hace que uno espere lo inesperado todos los días. La última vez que quedé sorprendida con mis hijos, de nueve y siete años, fue en un viaje reciente a Miami. Había escuchado de muchos padres recomendado visitar el Museo del Helado, en su parada temporal en la ciudad. Sin embargo, había escuchado que era un espacio con buenas escenografías para tomar fotos y para probar helado en diferentes modalidades, así que pensaba que quizás no iban a disfrutarlo muchísimo. Por eso, siendo precavida, puse la visita para el último momento del último día de nuestro viaje a la ciudad.

¡Y qué bueno que lo hice así! Ahora… quizás no por lo que ustedes esperan. De haber puesto la visita para el primer día, atentos a mi hija habríamos tenido que cambiar todos los planes y pasarnos todos días de vuelta en el museo, hasta el infinito.

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¿Y de qué va el asunto? Lo voy a resumir de esta manera: es un lugar donde se aprende sobre la historia del helado, y se come el postre en diferentes versiones, desde la versión sólida hasta la malteada y los mochi. Pero en realidad, la mayoría de las personas van por las oportunidades instagrameables: los sets que han armado son lo último de la fotogenia. De hecho, esa fue la intención de su creadora, que lanzó este concepto en 2016: la idea era proveer un lugar pensado totalmente para mileniales y las generaciones más jóvenes.

Por ejemplo, mi hija se volvió loca con el columpio en forma de guineo. Hay juegos de bocce y ping pong, así como una “playa” de arena rosada. Pero la instalación más popular, por mucho, es la piscina de asperjas, que es tal cual se lo imaginan: una piscina entera llena de los dulcitos que en inglés se llaman sprinkles. Yo creo que duré tres días sacándole pedacitos de azúcar a los niños después de esa visita.

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El recorrido en sí dura entre una hora y una hora y media, y ahí tienen que mentalizarse para esperar pacientemente su turno para cada foto. Lo bueno es que al museo se entra por turnos, en grupos de ocho personas, así que nunca van a tener que esperar demasiado. ¿Lo malo? Que no pueden ir cuando más rabia les dé, sino que tienen que comprar la boleta con antelación, reservando un turno de entrada con día y hora marcada. ¿Otro punto negativo? Que no es un museo permanente, sino que, si quieren visitar el establecimiento en Miami deben ir antes del 29 de abril. Sin embargo, no se preocupen: aunque las versiones pop-up de San Francisco, Nueva York y Los Ángeles ya están cerradas, la creadora promete que pronto habrán paradas en más ciudades estadounidenses.

Fotos: Cortesía de Ana Santelises de Latour