Un parque, cuatro estaciones

De cómo, gracias a un doctor, aprendí a dejar de preocuparme y comencé a amar el Parque Central

POR: Katingo Haché de Santelises

 

Una confesión: a pesar de haber visitado Nueva York frecuentemente durante varias décadas, no era muy dada a recorrer el Parque Central. La Nueva York que yo conocí durante mis primeros viajes no es la ciudad que hoy, tras la muy alabada gestión del alcalde Giuliani, limpió su cara y redujo sus niveles de delincuencia a niveles impresionantes… así que yo todavía tenía en la cabeza el pasado relativamente peligroso de este pulmón neoyorquino.

Hace poco acompañé a un familiar cercano durante su recuperación quirúrgica en Manhattan. La recomendación del médico para acelerarla fue sencilla: el paciente debe caminar cinco kilómetros al día. Teniendo al Parque Central tan cerca, ¿por qué no aprovecharlo para este propósito, comprobando los consejos de todos los que me hablaban maravillas de su vistosidad y seguridad? Así, lo que comenzó como una rutina diaria dedicada a ejercitar las extremidades terminó siendo un ejercicio de la imaginación, un festín para los ojos y un bocadillo visual para mi curiosidad. ¡No podía creer que me había estado perdiendo de tanta alegría por tanto tiempo!

Ahora, no importa la estación del año, sus portones, sus campos deportivos, sus restaurantes y sus alfombras naturales son una visita obligada para mí. Aquí comparto mis momentos favoritos de la primavera, el verano, el otoño y el invierno.

En primavera
Tras un período cerrado, el muy amado restaurante Tavern on the Green volvió a abrir sus puertas. Sus ofertas de degustación a precio fijo por temporada –como, por ejemplo, el menú de Pascua– son una buena opción para conocer la gama de la cocina del Tavern para el almuerzo.

En verano
Durante los meses de sol, la grama se convierte en un imán para jóvenes, parejas y familias: no es raro verles reposando, haciendo picnic y deportes ligeros. Sin embargo, la actividad que más esperan, sobre todo los primeros, es la serie de conciertos gratuitos SummerStage, un festival de tres meses que tiene lugar en el Rumsfield Playfield, en la entrada de la Quinta Avenida con la calle 69.

En otoño
La sección The Mall es una calle interna que va de la calle 66 a la 72; es un pasillo natural techado por las copas de los árboles, y en otoño es una visión anaranjada. El plus: por esa fotogénica zona casi siempre hay acróbatas callejeros, con un nivel de maestría poco visto en otras ciudades –claro, si Nueva York tiene la crema de la crema en todo–. Aparte, esta es la última oportunidad para jugar en uno de los 26 campos de béisbol del Parque; se cierran en otoño, casi coincidiendo con el cambio de color de las hojas, y abren de nuevo en verano.

En invierno
¿Qué más? ¡La pista de patinaje! ¿Qué sería de un viaje a Nueva York en invierno sin un gracioso recuerdo de un estralloncito en el Wollman Rink? Y qué recuerdo sería: al estar ubicado en uno de los códigos postales más hermosos y fotogénicos de Manhattan, sin importar el dolorcito momentáneo de la caída, la hermosura de la Manzana vuelve a colocar la sonrisa en su sitio. Y eso aplica para mucho más que el patinaje, y para mucho más que el Parque Central.

Foto: Katingo Haché de Santelises